domingo, 8 de abril de 2018
Invierno
Hacía frio, la noche anterior llovió copiosamente.
Cogí mi paraguas y salí de casa.
El estado del tiempo no importaba.
Tomar su mano, mirar sus ojos, sentir su perfume mezclado con el aroma del café espresso que tomaríamos, me hacían sentir en una primavera eterna.
Cuando llegó, el frío se coló hasta la mesa en que yo le estaba esperando.
El beso, las palabras, los gestos, estaban todos empapados de una brisa gélida.
La calidez de mi espera chocó de golpe con el hielo de su llegada.
Fue breve, no malgastó tiempo usando palabras rebuscadas, decorativas, por lo demás un "Ya no te amo", no necesita mucha explicación.
Cualquier frase que hubiera seguido a aquella, no habría sido posible escucharla. Los muertos no oyen...
Cuando salió por esa puerta, el frio se coló hasta lo más profundo de mi ser. Ese sería el invierno más largo de toda mi vida.
sábado, 7 de abril de 2018
Escape
Sus huesudas manos en vano trataban de ordenar el cabello que bailaba locamente al compás del viento que golpeaba su rostro.
Una y otra vez sus dedos entrelazaban las negras hebras en un intento inútil por dejar libres sus ojos y boca.
Había tanto que ver, tanto que decir, aunque fuese sólo para sí misma, pues nadie caminaba junto a ella.
Cuando el viento le dio un respiro, pudo ver y llenarse los ojos de la inmensidad que tenía enfrente, el mar con su movimiento rítmico, unas veces suave, otras más violento, transformando el azul en blanco justo ahí en sus pies descalzos.
Respiró profundo como si fuese la última bocanada de aire de su vida, echó la cabeza hacia atrás, sintiendo como el sol le hacía arder la piel. Agudizó el oído para escuchar la voz de las olas y el viento que unidas en un solo canto estremecían su frágil cuerpo.
Tenía hambre, hambre de ver, de escuchar, de sentir y, decidida a satisfacer aquellas necesidades caminó descalza arrastrando los pies por la arena caliente.
Quien tuviera la fuerza de las olas al romper contra la roca, sin piedad, una y otra vez, una tras otra. Sin titubeos, golpes furiosos, retirándose luego blancas y esponjosas.
Quien tuviera la fuerza del viento que arrastra y desordena todo cuanto toca a su paso.
Si él era el viento, ella deseaba ser alas, para que aquella batalla fuese justa.
De dónde sacaría la fuerza para no verle más, de dónde tomaría el valor para dejarle, si cuando
lograba reunir las partes de su corazón y mente para decir Ya no más, él, cual ventarrón de mar abierto la toma y arrastra hacia su cuerpo desordenando sus ideas a tal punto que su lengua en lugar de ponerse al servicio de las palabras que ha ensayado mil veces, sólo se pierde dentro de su boca.
Tendrá que esconderse? Cual fugitivo tendrá que huir de ese poder que tiene ese hombre gracias al deseo que ella siente por su piel?
Si se queda, nunca será libre porque no quiere serlo, al contrario, desea seguir siendo prisionera de su voz, de su piel, de sus labios, sus ojos,
La encarceló sin llevarla a juicio primero, sin posibilidad alguna de defensa y el veredicto le asusta, es por eso que debe escapar de esa cadena que siente perpetua.
Debo aprovechar este momento en que aún me doy cuenta que me haces mal, que esta necesidad de ti me hace pasar por alto las espinas de tus rosas.
Debo correr rápido, más que tus recuerdos tratando de alcanzarme, no debo detenerme, no puedo parar.
Tengo que sacarte distancia, de lo contrario volveré a estar tras tus rejas hechas de abrazos y besos y temo que ya no habría más oportunidad de escape...
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